Madre de Dios: Debes permanecer fiel a lo que mi Hijo te enseñó. Él era como tú en todo menos en el pecado

Soy tu amada Madre, Reina de todos los ángeles, Madre de Dios. Soy la Inmaculada Concepción.

Hijos míos, ¿no sabéis que mi Hijo, en este momento, os está guiando a todos los que venís ante Él con el corazón abierto?

Para dar testimonio del Señor, Dios, a través de Su único Hijo, debes permanecer fiel a Sus Enseñanzas. Están grabadas en piedra y como tales nunca pueden cambiar. La Verdad nunca puede cambiar. A todos los hijos de Dios se les dio la Verdad, pero no todos aceptaron Quien era El o de donde venia. Aquellos que sí aceptan la Verdad dada a la humanidad por la Crucifixión de mi amado Hijo, Jesucristo, nunca deben olvidar lo que Él les dijo.

Te lo ha explicado todo. Nada ha cambiado. Debéis permanecer alerta en todo momento, porque ya estáis siendo engañados y pronto muchos de vosotros caeréis en el error.

El pecado es pecado. Es desagradable a Dios, pero se perdona cuando se muestra remordimiento y cuando se pide la redención. Las Gracias de la Vida Eterna son para todos los hijos de Dios, que las pidan. A cada hijo de Dios, por la Misericordia de mi Hijo, se le dará tiempo y luego un gran Regalo para recordarle la Verdad. De esta manera, la mayoría de la población mundial será y podrá ser salvada y entonces se les dará el Regalo de la Vida en el Nuevo Paraíso.

Como pecador, debes continuar pidiendo perdón a través de mi Hijo, para permanecer en Estado de Gracia. No puedes ser perdonado por tus pecados, hasta que le pidas a mi Hijo el Don de la Reconciliación.

Debes permanecer fiel a lo que mi Hijo te enseñó. Él era como tú en todo excepto en el pecado. Dios es Todopoderoso. Dios es Amor. Dios es Perfecto. Dios, a través de Su Hijo, nunca pudo ser tentado a cometer pecado.

Id en paz, queridos hijos, y una vez que permanezcáis firmes y leales a la Verdad, que sólo puede venir de Dios, viviréis una vida plena y gloriosa en cuerpo y alma y en perfecta armonía con mi Hijo.

Tu madre

Madre de la Salvación