A ninguno de vosotros se le daría jamás la autoridad de juzgar a otro en Mi Nombre, porque esto no es posible

Mi muy querida y amada hija, bajo tu voto de obediencia a Mí, nunca debes defender Mis Mensajes. Tampoco tienes autoridad para denunciar, o criticar, a cualquier otro vidente, o profeta autoproclamado, verdadero o falso, en Mi Nombre.

A aquellos que afirman hablar en Mi Nombre y que condenan estos Mensajes para el mundo, sabed esto. Ustedes no tienen, ni han buscado, Mi permiso para rechazar, públicamente, a cualquiera que afirme ser un alma elegida. Cuando declaráis que estos Mensajes son falsos, estáis diciendo que son mentiras. Las mentiras sólo pueden venir de Satanás. Estos, Mis Santos Mensajes al mundo, os advierten de las terribles mentiras, con las que él, Satanás, alimenta las almas de todos los hijos de Dios. Cómo habéis sido engañados para rechazarme a Mí, vuestro amado Jesús, Quien llora amargas lágrimas de tristeza por la forma en que estoy siendo rechazado.

Aquellos que dicen que cualquier hombre podría escribir estos Mensajes del Cielo Me insultan. ¿Cómo puede un hombre escribir las Palabras de Mis Labios, cuando vienen de Mí? ¿Crees que tales Palabras Sagradas podrían ser creadas por la mano de un hombre mortal? ¿Crees que cualquier hombre, manchado de pecado, podría producir Mi Santa Palabra, sin intercepción de Mi Reino Celestial? Si lo haces, entonces das crédito a la capacidad del hombre para forjar un camino de conversión de esta manera. El hombre no es nada sin Dios. No eres digno de hablar con autoridad cuando proclamas la Palabra de Dios. Si proclamas la Palabra de Dios de tus propios labios, sin dirección de Mí, entonces eres culpable de grave error.

Hija Mía, debo recordarte a ti, y a todas esas almas elegidas, que a ninguna de vosotras se os dará jamás la autoridad de juzgar a otra en Mi Nombre, porque esto no es posible.

Llamo ahora a todas esas almas Mías elegidas. Recuerden Mi Promesa a ustedes de que Yo vendré otra vez. Sabed ahora, que a todos vosotros se os dio la misión de preparar los corazones del hombre para Mi Segunda Venida. Sabed ahora, que esta es la última Misión, dictada por la Santísima Trinidad. Ninguno de vosotros tiene Mi Permiso para denunciar esta, o cualquier otra misión. Haced esto y seréis alejados de Mí.

Oh, cómo los pecados de las almas elegidas Me hieren más profundamente que cualquier otro. Aquellos cercanos a Mí, que luego Me traicionan, son los que más Me hieren. Cuando se vuelven contra Mí, causan una terrible división e impiden que las almas sigan el camino hacia la salvación eterna.

Tu Jesús