miércoles, 22 agosto 2012 9:18
Volume 2ApóstolesoraciónhumildadRosarioEspíritu Santoamor a los vecinosorgulloMadre de la Salvaciónal cleroHija Mía el desierto en el que se encuentran Mis hijos en el mundo de hoy es porque no saben cómo recibir el Don del Espíritu Santo.
Tal como te enseñé, lleva mucho tiempo recibir el Don.
Consiste en un camino muy duro antes de que cualquiera de los hijos de Dios pueda hacerse merecedor de recibir este Don especial.
Cuando esperé con los apóstoles en el Cenáculo el descenso del Espíritu Santo, fueron diez días de preparación.
Aunque a estos santos, devotos y leales siervos de mi amado Hijo se les prometió el Don no estaban completamente preparados espiritualmente para que se les diera el Don.
Yo, su querida Madre, tenía que ayudarles a preparar sus almas.
Significaba enseñarles la importancia de la plena entrega de su libre albedrío. Para llegar a ser dignos tenían que comprender la profundidad de la humildad, a la que tenían que sucumbir, antes de estar preparados.
Algunos de ellos pensaban que lo habían aprendido todo de mi Hijo.
Sin embargo, esto era una señal de orgullo y cuando el orgullo existe en ti, no puedes recibir el Santo Don del Espíritu Santo.
Para recibir el Don del Espíritu Santo debes hacerte pequeño ante mi Hijo, como un niño pequeño.
No puede haber lugar para el orgullo o la arrogancia. Sin embargo, las personas que hoy pretenden hablar con autoridad sobre la forma en que habla mi Hijo caen en una trampa.
Ellos, cuando pretenden ser conocedores de asuntos espirituales, hablan con una arrogancia que no refleja las gracias que son dadas a aquellos que genuinamente poseen este gran Don del Cielo.
Los que han recibido el don del Espíritu Santo se someten a los deseos de mi Hijo.
No son jactanciosos.
No son agresivos.
No critican a otro utilizando el Nombre de mi Hijo para hacerlo.
No se burlan de los demás, cuando proclaman su interpretación de Su Santa Palabra.
No predican el odio.
Cuando los discípulos de mi Hijo fueron preparados por mí, se produjeron muchas discusiones.
Pasó algún tiempo antes de que finalmente aceptaran lo que se esperaba de ellos.
Sólo entonces, cuando comprendieron que sólo la humildad del alma puede permitir la entrada del Espíritu Santo, estuvieron finalmente preparados.
Insto a todos los hijos de Dios, especialmente a los que creen en mi Hijo, a que me pidan a mí, su Madre, que me permita prepararlos para este gran Don.
Hija mía, he tardado un año entero en prepararte y no ha sido nada fácil. ¿Recuerdas cuánto te costó rezar mi Santo Rosario? ¿Cuánto te costó rendir tu voluntad y demostrar tu humildad?
Ahora que has recibido el Don no significa que puedas darlo por sentado.
Debes seguir rezando, permanecer humilde de corazón y buscar la redención cada día. Porque así como se da, también se puede quitar.
Pido a todos los que siguen estos Mensajes que recen por el Don del Espíritu Santo.
No es suficiente rezar una sola vez y decir que has recibido el discernimiento que pediste y luego arrojar calumnias sobre estos Mensajes Divinos. Si haces esto, entonces no se te ha dado el Don.
Por favor, invócame a mí, tu Santísima Madre, para que te ayude a prepararte a través de esta Oración de Cruzada.
Oración de cruzada (74) por el don de discernimiento
Oh Madre de Dios ayúdame a preparar mi alma
por el Don del Espíritu Santo.
Tómame como a un niño, de la mano, y llévame por el camino
Hacia el Don del discernimiento por el Poder del Espíritu Santo.
Abre mi corazón y enséñame a rendirme en
cuerpo, mente y alma.
Líbrame del pecado de la soberbia y ruega para que sea perdonado
por todos los pecados pasados, para que mi alma sea purificada y yo quede sano
para que pueda recibir el Don del Espíritu Santo.
Te doy gracias Madre de la Salvación por tu intercesión y espero
con amor en mi corazón por este Don que anhelo con alegría. Amén.
Recordad niños venid a mí, vuestra Madre, para que os ayude a abrir vuestra alma para recibir este maravilloso Regalo.
Cuando recibas este Don te llevaré ante mi Hijo.
Sólo entonces estarás verdaderamente preparado para el siguiente peldaño de la escalera hacia la perfección espiritual.
Madre de la Salvación.