lunes, 26 septiembre 2011 23:45
Volume 1oración en el JardínadoraciónoraciónCrucificciónJesús Salvadorfeamor a los vecinoslibre albedríoEl amor de DiosLa estancia de Jesús en la TierraMi muy querida hija, esta noche, por primera vez, te he dado una visión de Mi Crucifixión, que te ha sorprendido. Sin embargo, lo que te revelé es de enorme importancia.
Muchos creyentes tibios piensan que cuando fui crucificado, que de alguna manera, porque Soy el Hijo de Mi Padre, no sufrí el dolor físico que sufriría el hombre. También opinan que debido a Mi condición Divina, no tuve miedo, ni podría haberlo tenido, debido a la fuerza que recibí de Mi Padre.
La verdad es muy distinta. Me sentí muy solo y asustado. Mi tiempo en el jardín fue aterrador, debido a Mi naturaleza humana. Recuerda que vine en carne y hueso. Tuve los mismos sentimientos de dolor y pena, como cualquier hombre. Muchas personas no comprenden esto.
Me sentí abandonada por Mi Padre Eterno y en cierto modo menospreciada por Mis apóstoles, que no hicieron nada para consolarme durante estas horas terribles.
Cuando me enfrenté a Mis verdugos, temblé de miedo y apenas pude responder a sus acusaciones. Me sentí como cualquier ser humano ante una ejecución violenta. Mi Dignidad permaneció intacta debido al Sacrificio que sabía que debía hacer por la humanidad. Una paradoja, lo sé, pero también sentí Amor y Alegría en Mi Corazón durante este sufrimiento. Porque sabía que Mi muerte os salvaría a vosotros, hijos Míos, para la eternidad. Sin embargo, ahora quiero que os preguntéis cuántos pueden ser salvados por Mi muerte en la Cruz. Quién quiere ser salvado y realmente entiende el significado.
Gracias a Mi muerte, ahora pueden entrar en el Cielo. ¿Saben también que esto será por su propia elección y a través del libre albedrío que se les ha dado? Creer en Dios Padre debe ser su prioridad. Vengan a Mi primero y Yo los guiare a El. Sigue Mis Enseñanzas dadas a ti a través de la Santa Biblia. Ama a tu prójimo. Mantén tu fe sencilla. Mantén una visión equilibrada de tu fe. Ámame. Rezadme. Adoradme. Permitidme que os ame con Mi tierno Corazón, para que Mi Divina Presencia pueda inundar vuestras pequeñas y preciosas almas. Yo Soy vuestra. Ustedes son Míos, niños. Es así de simple.
Cuanto más reces, más cerca estarás. Más se entrelazará tu corazón con el Mío.
Tu Jesús
Salvador de la Humanidad